Abstract |
La medicina interna se considera una especialidad en sí misma, dedicada a la atención integral del enfermo adulto con padecimientos de alta prevalencia,1 y al internista se le considera el especialista que la ejerce y que tiene como principales atributos o características la de ser un experto en realizar la historia clínica, a partir de la cual emite hipótesis diagnósticas, las desarrolla y utiliza los auxiliares de diagnóstico más útiles, económicos e inocuos para cada caso; además que se relaciona ampliamente con el enfermo y sus familiares, y lleva a cabo un método globalizador de los problemas del enfermo, mismos que jerarquiza de manera adecuada, capacidad que se manifiesta cuando están afectados más de un aparato o sistema a la vez, cuando un enfermo padece más de una enfermedad de manera simultánea o cuando el diagnóstico es difícil. Tiene un espíritu humanista y de servicio, así como especial disposición para el enfoque integral del paciente, incluidos los aspectos biológicos, psicológicos y sociales; de igual forma, posee una autocrítica severa para solicitar la participación de otros especialistas en la atención de casos seleccionados.2 Pronosticar las posibilidades de ejercicio y desarrollo a mediano y largo plazo de la medicina interna no resulta sencillo, sobre todo en una etapa de la medicina y en una época de la sociedad en las que la especialización resulta un valor muy apreciado |