Abstract |
Desde la antigüedad el ser humano ha buscado adquirir toda clase de conocimientos, ha investigado, ha buscado respuestas, en general, se ha desarrollado. Pero este afán desmesurado por buscar mejores condiciones y acumulación de bienes para satisfacer sus necesidades ha ido creando una brecha entre los poseedores y los desposeídos, brecha que permanece lacerante en las sociedades creando pobreza y miseria. Pero no se puede ser dueño de los conocimientos ni acaparar las habilidades. Cada vez es más aceptado que desarrollar las habilidades cognoscitivas, abre un camino para cubrir las demandas básicas del ser humano y obtener los máximos beneficios. La educación es entonces la clave del crecimiento de una región, tener instrucción básica permite mantener relaciones interpersonales con los demás individuos, sin mencionar que adquirir conocimientos científicos y técnicos en la mayoría de individuos puede llegar a dinamizar el desarrollo de un país. Sin embargo, Ecuador, aun cuando estos ideales desarrollistas bien fundamentados tenían efectos positivos en otros países, en tres cuartos de siglo se mantuvo en el intento frustrante de competir con el exterior y vender todo lo que más se pueda. Lo social estuvo por mucho tiempo totalmente descuidado, la pobreza se estaba convirtiendo en una característica básica de nuestra sociedad. En los primeros años del siglo XXI se regresa la mirada al tema educación, no solo por el Estado, sino también por todos los individuos ávidos de mejores días, y la relación ingreso-educación se convierte no sólo en un discurso en tiempos de campaña electoral, si no en una doctrina que se asienta en el núcleo de cada familia ecuatoriana. Estudiar la desigualdad, sin duda, podría tomarnos años, pero trataremos de acercarnos a probar que la educación de calidad mejora ingresos, los cuales reducen las brechas entre ricos y pobres. |