Una mayoría considerable de las personas deben trabajar para obtener el ingreso necesario para vivir en las economías contemporáneas. De ahí que el tener y conservar un empleo remunerado sea de primera importancia para núcleos mayoritarios de la sociedad.
A partir de los años setenta, el mundo desarrollado vio reducirse el ritmo de crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB), proceso que vino acompañado de una profunda crisis de reestructuración en la economía mundial. Esta crisis fue aparentemente superada, pero el ritmo de crecimiento económico de la posguerra se perdió, con lo cual también decayó la capacidad de generación de empleos estables y razonablemente remunerados.